Renzo Piano (Génova, 1937) es arquitecto por el Politécnico de Milán. Tras haber trabajado en su época de estudiante para Franco Albini, en 1971 funda un estudio con Richard Rogers, con quien construye en Centre Georges Pompidou de París. En 1977 se asocia con el ingeniero Peter Rice, relación se mantiene hasta la muerte de Rice en 1993. Más tarde fundó el Renzo Piano Building Workshop, con despachos en Génova y París, donde trabajan unas 100 personas entre arquitectos, ingenieros, estudiantes y especialistas.
La arquitectura es un oficio de servicio, pues eso es lo que es: un servicio. La arquitectura es un oficio complejo porque el momento expresivo formal es un momento de síntesis fecundado por todo aquello que se encuentra detrás de la arquitectura: la historia, la sociedad, el mundo real de la gente, sus emociones, esperanzas y esperas; la geografía y la antropología, el clima, la cultura de cada país donde se va a trabajar; y, de nuevo, la ciencia y el arte. La arquitectura es un oficio artístico, aunque al mismo tiempo también es un oficio científico; éste es justamente su hecho distintivo.
Después de unos primeros proyectos que no pasaron de la mesa de dibujo, en 1971 ganaron un concurso que habría de cambiar sus vidas: la construcción del Centro Georges Pompidou en París. El edificio, como en el pasado ya ocurriera con otro símbolo de la ciudad, la Torre Eiffel, fue polémico desde un principio.
Para buena parte de la opinión pública, aquella enorme cápsula transparente que dejaba a la vista -hecho insólito hasta aquel momento- las tuberías, los conductos de ventilación y demás, se asemejaba más a una refinería que a lo que propiamente debía ser un centro de arte. Con todo, y a pesar de las voces contrarias y de las enormes dificultades técnicas y estructurales que entrañó la construcción del singular edificio, los trabajos siguieron adelante y en 1977 se inauguró con solemnidad de Estado.
Desde entonces, el Beaubourg -como popularmente se le conoce- se ha convertido en una de las principales atracciones de la ciudad. Prueba de ello son los más de 150 millones de personas que lo visitaron en sus primeros veinte años de vida y que obligaron a renovarlo a fines de la década de los noventa, en un largo y costoso proceso dirigido por el propio Renzo Piano.
Tales requisitos se solucionaron creando un edificio en el que los distintos volúmenes y planos se interrelacionaron entre sí y con el exterior a partir de una galería circundante. Con todo, uno de los elementos más logrados fue la cubierta de las salas de exposiciones, creada mediante un entramado de finísimas placas de hormigón que, a la vez que dejaban penetrar la luz solar, impedían que los rayos ultravioletas, dañinos para la conservación de las piezas, se filtraran en el interior.